jueves, 16 de mayo de 2019


Antonio Roales Pérez ha sido galardonado en 2019 con el premio del XII Certamen Local de Poesía Rumayquiya de la Asociación Cultural Artístico-Literaria ITIMAD de Sevilla por su excelente poemario “En el filo de los adioses”. En 2018 obtuvo el Primer Premio del IX Certamen Internacional de Poesía Social, Ciudad de Algeciras “Julia Guerra” por el poema “Canciones de muerte y trenes rápidos” y es autor del poemario “Versos sin casa”.

En el filo de los adioses es un libro de despedidas, es un caminar hacia delante y una vuelta hacia la memoria en el hilo del tiempo. Siempre estamos diciendo adiós y añorando lo perdido a lo largo de la vida; cada etapa, cada año, cada mes, cada día, todo es una continua despedida y lo que quedan son los recuerdos y las nostalgias, como huellas en forma de vivencias que ya no volverán; y todos esos adioses nos han ido construyendo.

El autor ha delineado un poemario con muy buen ritmo y con metáforas e imágenes muy novedosas, que nos trasladan en sus versos a un mundo muy cotidiano y personal, pero a la vez, un mundo compartido porque los sentimientos son universales y en los “adioses” estamos todos, nos sentimos reflejados en ese continúo caminar del presente al pasado rememorando nuestra trayectoria vital.

Hay que destacar en este poemario el uso del infinitivo, tanto en los títulos y cuerpo del poema como en los versos finales. El infinitivo al ser en español una forma verbal no finita que carece de género, número, persona, modo o tiempo, es una forma verbal muy libre y con ella juega el autor a viajar en el tiempo dentro del poema creando una forma innovadora.

Enhorabuena a Antonio Roales Pérez por este muy merecido premio.

RESPIRAR

Respirar el humo de una danza
de bienvenida a la vida.

Respirar desde el borde del barranco
mirando hipnotizado el fondo.

Respirar lentamente,
manteniendo el pulso,
mientras la tarde se pasea
por el pasillo de mi adolescencia.

Respirar pausadamente,
mientras no sé cómo
las noches se cuelan
en mi memoria,
mientras sigo desmontando relojes
y entre resortes y muelles
o espirales sin destino,
sigo buscando
el mecanismo
que escondió mi niñez.

Respirar para inventar.


SABER

Sé que nunca visitaré Margarita,
sé que mis viajes terminaron ayer,
cuando ayer, es un adiós seco
y sin refugios.

Sé que volver o caminar en círculos,
es dar palos de ciego
a un cuarteto de fantasmas,
que me cantan antiguas melodías
de jazz azulado del humo
de empaquetadoras de algodón.

Sé que mirar al horizonte,
es mirar el reflejo de la luna
en un agua turbia de lágrimas,
sin más espera
que hacer la cuenta atrás.

Sé que volar bajo,
es tirar por la borda
todas mis almas de pájaro.

Saber para encontrarse.


NAVEGAR

Navegar sin brújula
sin capitán,
sin mano cálida
que alivie
la frialdad de las dudas;
sin mano conocida
que acaricie los timones
y las pieles de los cuerpos mentirosos
que suelen encubrirnos;
navegar por el mundo,
en este turbulento tiempo
de caricias y ondas hertzianas
de dudoso origen.

Navegar ya no es lo mismo,
desde que tus manos
no me guían.

Navegar sin tregua,
aunque sea al centro
de los recuerdos,
aunque sea a mundos
proyectados
en las paredes blancas
de mi cuarto vacío.

Navegar respirando agitado
hasta el puerto amable de
tu piel, donde
todo es un continuo vaivén
de círculos que me acarician
como olas suaves
de un mar cercano y tibio,
que me reconfortan
el pecho frío
de silencios
y de navajas con filo
de adioses y de huida.

Navegar para soñar.



miércoles, 17 de abril de 2019



Gregorio Dávila de Tena ha sido galardonado el pasado año 2018 con el premio del XXII Certamen de Poesía “Pepa Cantanero” de la Diputación de Jaén y el Ayuntamiento de Baños de la Encina por su magnífico poemario “Hebra de Luz”. Ejercicios sobre el Cántico.

Hebra de luz es un libro luminoso, muy luminoso, inspirado en versos del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.

El premio está muy merecido porque estamos ante una obra exquisita, delicada, con imágenes y metáforas con mucha claridad y como dice el propio autor al final del libro en el Epílogo, es un canto a la Presencia de la vida que nos sostiene.

El poemario tiene una dimensión claramente espiritual porque toca lo inefable, lo que no se puede, o es difícil explicar con palabras, y fluye con la poesía como lenguaje estético que puede acercarse con su mundo metafórico a eso que está más allá de las apariencias. Gregorio va desgranando los versos del cántico espiritual y como fruto que va madurando en el árbol, fue dejando reposar esos versos y que resonaran en él.

Considero que en esa profundización fue más allá de lo puramente racional o intelectivo, hacia lo más sensible o sutil, hacia la contemplación y eso se alcanza con un profundo silencio interior para escuchar el Corazón, el silencio luminoso y ha dado su fruto, un fruto muy hermoso y revelador.

El libro tiene un preámbulo con un poema maravilloso y en su último verso se ve esta delicadeza con la que está hecha su poesía.

Mis manos son dos águilas que cuidan a las palomas.

El núcleo del poemario se compone de La llaga de la serpiente y El huerto deseado. Desde mi mirada, La llaga de la serpiente es la pérdida de la inocencia primordial, la pérdida de la gran conexión y El huerto deseado es el retorno al paraíso desde la madurez del alma, así en su último poema nos deleita con estos versos:

Y el cerco sosegaba (S. Juan de la Cruz)

Cuando todo calla,
                las brasas de mi piel
                y las aristas de mi voz
                               se calman con tu lluvia.

Ya no acecha mi ojo,
                ya no aferra mi mano,
mi sangre se une a la cadencia
                               de la sangre del universo.

Ya sé dónde la fuente,
ya sé dónde el regazo.

Volver a tu casa, al hogar encendido.

Volver al cuello de tu abrazo, a la lágrima
de tu cariño.

Gozar de la dulzura de tu aliento
                                               al engendrar mi nombre.

Por último, quiero destacar que en este poemario podemos ver la mirada de Gregorio para captar el misterio en toda la existencia y plasmarlo poéticamente con tanta dulzura y belleza que despierta en el lector el sabor y el anhelo de lo esencial.

Este es el hermoso poema con el que se cierra el libro en el Epílogo:

Voy a donar semillas al niño perdido en los espejos,
el hueco materno no se llena con un llanto menudo,
voy a buscar caricias para los pichones sin árbol,
un remanso para las manzanas y los crisantemos.

Voy a prender astillas de luz en los callejones,
llevar una cesta de almendras a los gatos taciturnos,
voy a encender un candil de esperanza entre mis manos,
adornar con lunares la comisura de la noche.

Voy a hundir una a una las conchas en el mar,
soy un náufrago a caballo entre dos orillas.

Voy a abrir el frasco de jazmines en la escombrera mortecina
y orear su perfume en las heridas del mendigo.

Voy a sembrar esta tierra inculta
con relámpagos de lucidez,
escribir en los helechos los signos que leen las hormigas,

voy a celebrar el retorno del buey en primavera,
voy a abrir la veta en la garganta de la ternura.


Antonio Roales Pérez ha sido galardonado en 2019 con el premio del XII Certamen Local de Poesía Rumayquiya de la Asociación Cultural Ar...