miércoles, 17 de abril de 2019



Gregorio Dávila de Tena ha sido galardonado el pasado año 2018 con el premio del XXII Certamen de Poesía “Pepa Cantanero” de la Diputación de Jaén y el Ayuntamiento de Baños de la Encina por su magnífico poemario “Hebra de Luz”. Ejercicios sobre el Cántico.

Hebra de luz es un libro luminoso, muy luminoso, inspirado en versos del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.

El premio está muy merecido porque estamos ante una obra exquisita, delicada, con imágenes y metáforas con mucha claridad y como dice el propio autor al final del libro en el Epílogo, es un canto a la Presencia de la vida que nos sostiene.

El poemario tiene una dimensión claramente espiritual porque toca lo inefable, lo que no se puede, o es difícil explicar con palabras, y fluye con la poesía como lenguaje estético que puede acercarse con su mundo metafórico a eso que está más allá de las apariencias. Gregorio va desgranando los versos del cántico espiritual y como fruto que va madurando en el árbol, fue dejando reposar esos versos y que resonaran en él.

Considero que en esa profundización fue más allá de lo puramente racional o intelectivo, hacia lo más sensible o sutil, hacia la contemplación y eso se alcanza con un profundo silencio interior para escuchar el Corazón, el silencio luminoso y ha dado su fruto, un fruto muy hermoso y revelador.

El libro tiene un preámbulo con un poema maravilloso y en su último verso se ve esta delicadeza con la que está hecha su poesía.

Mis manos son dos águilas que cuidan a las palomas.

El núcleo del poemario se compone de La llaga de la serpiente y El huerto deseado. Desde mi mirada, La llaga de la serpiente es la pérdida de la inocencia primordial, la pérdida de la gran conexión y El huerto deseado es el retorno al paraíso desde la madurez del alma, así en su último poema nos deleita con estos versos:

Y el cerco sosegaba (S. Juan de la Cruz)

Cuando todo calla,
                las brasas de mi piel
                y las aristas de mi voz
                               se calman con tu lluvia.

Ya no acecha mi ojo,
                ya no aferra mi mano,
mi sangre se une a la cadencia
                               de la sangre del universo.

Ya sé dónde la fuente,
ya sé dónde el regazo.

Volver a tu casa, al hogar encendido.

Volver al cuello de tu abrazo, a la lágrima
de tu cariño.

Gozar de la dulzura de tu aliento
                                               al engendrar mi nombre.

Por último, quiero destacar que en este poemario podemos ver la mirada de Gregorio para captar el misterio en toda la existencia y plasmarlo poéticamente con tanta dulzura y belleza que despierta en el lector el sabor y el anhelo de lo esencial.

Este es el hermoso poema con el que se cierra el libro en el Epílogo:

Voy a donar semillas al niño perdido en los espejos,
el hueco materno no se llena con un llanto menudo,
voy a buscar caricias para los pichones sin árbol,
un remanso para las manzanas y los crisantemos.

Voy a prender astillas de luz en los callejones,
llevar una cesta de almendras a los gatos taciturnos,
voy a encender un candil de esperanza entre mis manos,
adornar con lunares la comisura de la noche.

Voy a hundir una a una las conchas en el mar,
soy un náufrago a caballo entre dos orillas.

Voy a abrir el frasco de jazmines en la escombrera mortecina
y orear su perfume en las heridas del mendigo.

Voy a sembrar esta tierra inculta
con relámpagos de lucidez,
escribir en los helechos los signos que leen las hormigas,

voy a celebrar el retorno del buey en primavera,
voy a abrir la veta en la garganta de la ternura.


Antonio Roales Pérez ha sido galardonado en 2019 con el premio del XII Certamen Local de Poesía Rumayquiya de la Asociación Cultural Ar...